viernes, 29 de julio de 2016

Brainquake. La lucha por la identidad en Samuel Fuller


Ilustración de portada de Glen Orbik
para la edición de Hard Case Crime
Ya en la desconcertante frase de apertura de Brainquake reconocemos una de las constantes de su autor: “Sesenta segundos antes de que el bebé disparase a su padre, las hojas caían perezosamente en Central Park” (Trad. del A.).
Samuel Fuller se había criado viendo girar las rotativas y husmeando entre la sordidez de la vida urbana para llenar las páginas de sucesos. Ya se moviese en un medio u otro, cine o novela, jamás abandonaría la constate periodística de impactar con un buen titular para atrapar al lector antes de sumergirlo en la noticia. Como bien lo explicara Quim Casas, “Fuller comienza la mayoría de sus filmes con una imagen o una escena muy impactantes destinadas tanto a marcar el tono del relato como a capturar el interés del espectador, recurso que viene a ser el equivalente de los titulares llamativos de un periódico” (1). No importa ya si al poco descubrimos que, como es lógico, no ha sido el bebé el autor del disparo. La frase ya ha obtenido su efecto y el clima de extrañeza y de delirio que ha instaurado seguirá acompañándonos a lo largo de las 300 páginas de Brainquake. Aparte de que en la idea precisamente de “matar al padre” se sustentará, si bien de manera más o menos velada, uno de los fundamentos del libro.
Redactada a principios de los años 90, poco antes de la muerte de Fuller, y solo publicada entonces en francés (como Cerebro-choq) y en japonés, Brainquake no vio siquiera la luz en su lengua original hasta septiembre de 2014, después de que la viuda del autor, la actriz Christa Lang, la ofreciera al sello Hard Case Crime, que afortunadamente la terminaría rescatando para el mercado anglosajón (2).