viernes, 28 de octubre de 2016

Mark Girland. El espía free-lance de James Hadley Chase (1ª parte)

Durante la década de los 60, debido a la caída de ventas que estaba sufriendo la hasta hacía poco muy rentable industria del paperback y al éxito cosechado por Ian Fleming con las novelas de James Bond, fueron varios los autores que, tras haberse especializado en el género negro durante las décadas precedentes, y tratando ahora de adaptarse a las nuevas demandas del mercado, probarían suerte en el thriller de acción y espionaje con la creación de un personaje serializable. Así, por ejemplo, Don Tracy introducía ya en su novela Deadly to Bed (1960), al sargento-jefe Gif Speer, quien protagonizaría otros nueve libros, cerrando el ciclo en 1976 con High, Wide and Ransom. Bill S. Ballinger, también un apreciado especialista de la serie negra, lo intentaría en 1965 con el agente Joaquin Hawks, que a partir de The Spy in the Jungle, y en solo un par de años, protagonizaría cinco novelas. Otros llegarían más tarde a la moda, caso de Gil Brewer, que actuando aquí como negro literario del soldado israelí Harry Arvay, redactaría entre 1975 y 1976 cinco de las aventuras del espía Max Roth.
Ninguno de estos personajes alcanzaría una popularidad siquiera lejanamente comparable a la del espía de Ian Fleming (1), y la mayoría han pasado hoy al olvido, convertidos en material de rastreo para estudiosos de la narrativa popular. Eso no significa, no obstante, que no existan casos dignos de ser rescatados y destacados, bien por su calidad, bien por lo original de su propuesta. Y uno de estos casos lo representaría sin duda el ciclo de cuatro novelas protagonizadas por Mark Girland, el espía independiente creado por James Hadley Chase que aparecería por primera vez en la novela Va en serio (This is for Real, 1965).
En sus aspectos más superficiales, Mark Girland responde al mismo estereotipo que el resto de los imitadores de Bond; es mujeriego, atractivo, seductor, ingenioso, temerario, experto tirador y bueno en la lucha cuerpo a cuerpo. Como hombre de acción, no se alejaría tanto del patrón establecido por Fleming como lo haría, por ejemplo, el Harry Palmer de Len Deighton. Lo que distingue a Girland de otros modelos coetáneos es su carencia de ideología o de motivación patriótica. Lejos de ser el fiel y dedicado agente siempre dispuesto a arriesgar su vida por la causa, Girland es una suerte de vividor bohemio que vive en París, en un modesto apartamento de una habitación, y que de tanto en tanto procura ganar el dinero suficiente como para poder pasar un largo periodo sin pegar palo al agua.
Hijo de una francesa y de un juez norteamericano, Girland fue la oveja negra de su familia. A los dieciocho años, salió de la mansión que tenían sus padres en Miami y se marchó a París, donde siempre había querido vivir. Allí trató de seguir los pasos de Hemingway. Pero después de darse cuenta de su poco talento para la escritura, y de dilapidar en dos años la herencia de su padre, fue tentado por Harry Rossland, un agente independiente de la CIA, y decidió trabajar para él.
La ambición última de este aspirante a ejemplar tardío de la generación perdida es la de vivir desahogadamente, disfrutando en lo posible de las satisfacciones a su alcance. Y si bien está siempre tratando de sacar la máxima rentabilidad económica de sus aventuras (a menudo de manera deshonesta), parece al mismo tiempo capaz de ser feliz con poco y de haberse acostumbrado a sonreír ante la escasez.
El radical individualismo de Girland, y su falta de compromiso para con las causas de las potencias o de las grandes fortunas a las que vende sus servicios, lo acerca, más que a otros espías literarios del periodo, al prototipo de antihéroe del noir y a las figuras aparentemente cínicas, oportunistas y descreídas que abundan en la obra de su creador. Y al igual que muchas de ellas, Girland también demostrará, en los momentos decisivos, un grado de humanidad superior al de los hombres para los que trabaja, representantes teóricamente de los valores democráticos puestos en juego en el campo de batalla del espionaje.
La trama de Va en serio gira en torno a un científico norteamericano, Robert Henry Carey, que después de haber pasado a trabajar para los rusos huye de la URSS con la intención de regresar a Estados Unidos y de aportar cierta información a la CIA. Oculto en una zona desértica cercana a Dakar, el científico envía a una mujer africana a París para que contacte con John Dorey, jefe de estación de la agencia en la capital francesa. Dorey no termina de fiarse de la mujer y encarga a Harry Rossland que averigüe exactamente qué tiene que ofrecerles. Rossland a su vez envía a Mark Girland a reunirse con la muchacha. Y Girland descubre no solo que la CIA no es la única interesada en la información que la chica trata de vender sino que el asunto es mucho menos inofensivo de lo que parecía en un principio. Tras el asesinato de Rossland, Girland se verá obligado a aceptar la oferta de trabajo de Radnitz, un poderoso multimillonario que desea asesinar al científico para evitar que este divulgue información que tiene sobre su pasado: el malvado Radnitz debe su fortuna al jabón que durante la segunda guerra mundial fabricó utilizando como materia prima los cadáveres que le proporcionaban nazis y japoneses. Así, Girland viajará a Dakar, tendrá que esquivar a los enviados de la CIA, vérselas con los agentes rusos interesados también en la eliminación del científico e intentar apropiarse del dinero que Radnitz le ha prometido sin llegar a efectuar realmente un encargo que nunca ha tenido intención de cumplir.
En Va en serio, James Hadley Chase (seudónimo del británico René Babrazon Raymond) utiliza diversas convenciones del género y situaciones más o menos estereotipadas, como la del héroe terminando su andadura huyendo con la bella hija del científico. Incluso pueden hallarse similitudes con la primera novela de Fleming, Casino Royale (1953), ya que Girland tiene un romance con una agente de la CIA que en realidad trabaja como agente doble para la KGB. Pero Girland, al descubrirlo, no se lo toma ni mucho menos tan a la tremenda como el susceptible 007, y Chase no siente ninguna necesidad de justificar el comportamiento de la chica aludiendo a coacciones o amenazas; Janine aceptó trabajar para los rusos por puro aburrimiento y ansia de aventura, harta de que Dorey solo le encargase tareas rutinarias y nada excitantes. En otro rasgo típico adoptado de la idiosincrasia bondiana, Janine decidirá traicionar también a los rusos tras haber disfrutado de las supremas dotes amatorias de Girland. Se acostará con él siguiendo las órdenes de su superior de la KGB y tras su noche de pasión no soportará la idea de perder algo tan único (2).
La primera novela de la serie presenta además de a Mark Girland a algunos de los personajes secundarios que van a seguir apareciendo en las otras tres. Principalmente a John Dorey, a quien Chase siempre va a describir de la misma manera (pequeño, con aspecto de pájaro, lleva gafas sin montura, viste inmaculadamente y parece más un banquero de éxito que un director de la CIA), y a Malik, el cruel e inexpresivo agente ruso que será el principal antagonista de Girland a lo largo del ciclo.
La segunda novela protagonizada por Girland llegaría un año más tarde y se titularía Trato hecho (You Have Yourself a Deal, 1966) (3). En ella, una joven sueca es encontrada en coma en una calle de París, víctima de una sobredosis de barbitúricos. Tras recobrar la conciencia en el hospital, la chica se halla bajo un ataque de amnesia. Tres símbolos chinos tatuados en su nalga izquierda hacen pensar que se trata de Erica Olsen, la amante de Feng Hoh Kung, un importante científico aeroespacial que trabaja en Pekín y que gusta de poner sus iniciales en todo cuanto posee. De ser así, la sueca podría disponer de información valiosa acerca de una nueva arma que los chinos están desarrollando, cosa que John Dorey pretende descubrir. Para hacerlo, decide recurrir a Mark Girland. Este sobrevive ahora ganándose la vida como fotógrafo callejero desde que, tras el asunto Carey, llegase a la conclusión de que el espionaje era una tarea para idiotas. Asimismo, Dorey le había dicho que no lo quería trabajando para él, ya que no podía confiar en alguien que siempre pensaba en sí mismo antes que en el trabajo. Sin embargo, ahora Dorey considera que el atractivo y la buena mano de Girland con las mujeres hacen de él la persona indicada para el plan que ha urdido, y Girland, encontrándose en dificultades económicas tras haber perdido dinero apostando a los caballos (otra de sus aficiones en común con Hemingway), decide aceptar la proposición de Dorey de hacerse pasar por el marido de Erica Olsen con el fin de tantearla.
De nuevo, Girland no será el único interesado en la chica. Por el contrario, habrá de vérselas también con Malik por un lado y con los chinos por otro. La parte del libro en la que Girland acude al hospital para sacar a su supuesta esposa en el mismo momento en que los rusos la están secuestrando y los chinos han enviado a un asesino para que la liquide constituye una demostración de las dotes de James Hadley Chase para jugar con la acción a distintos niveles en situaciones paralelas y manejar alargadas situaciones de tensión sin perder en ningún momento el ritmo ni la eficacia de la narración (4).
En comparación con Va en serio, Trato hecho tiene una trama más compleja y enrevesada, llena de giros, fatales coincidencias, chantajes recíprocos y confusión de identidades. La decantación de Chase por alejarse de toda pretensión de realismo y entregarse al uso desvergonzado de elementos pulp, con varios personajes que se interponen y se sabotean unos a otros constantemente, emparenta la novela con otras de las más logradas y divertidas del autor, como la delirantemente maravillosa La sangre de la orquídea (The Flesh of the Orchid, 1948), suerte de secuela de su primer y más célebre trabajo, No hay orquídeas para Miss Blandish (No Orchids for Miss Blandish, 1939). La técnica del reparto coral y de las tramas entrecruzadas que confluyen en los momentos climáticos sería muy usada por Chase, y si bien presentaría síntomas de fatiga en sus últimos trabajos, en los 60 se hallaba todavía en pleno estado de salud.
Cartel de la adaptación al cine de "Trato hecho"
 Chase no solo utiliza aquí un número mayor de personajes secundarios sino que se toma la molestia de desarrollarlos más, haciéndolos menos esquemáticos que en la anterior novela. Esto afecta espacialmente a Malik, que será el único de los personajes de la tetralogía que sufra algo parecido a una evolución. En Trato hecho, el hermético agente empieza a revelar interiormente sus flaquezas; los lujos capitalistas le tientan y siente impulsos violentos hacia las mujeres occidentales, a las que desearía demostrar lo que significa ser poseída por un ruso.
Al final de la novela, Malik termina soltando una advertencia a Girland: la próxima vez que se encuentren, lo matará. Dicha próxima vez tendrá lugar en la siguiente entrega del ciclo, Have This One On Me (1967).







Notas:

(1) Un caso distinto sería el de Donald Hamilton, escritor que llevaba publicando westerns y novelas policíacas desde mediados de los 40 y que alcanzaría el éxito gracias al agente secreto Matt Helm, que a partir de Death of a Citizen (1960) protagonizaría 27 libros, terminando su andadura en 1993 con The Damagers. Matt Helm sería sin duda la más lograda y la más popular de las versiones norteamericanas de James Bond, y sus novelas se caracterizarían por la fusión de elementos típicos de la aventura de espías con actitudes y rasgos de estilo más propios del género negro. 
(2) A pesar de que el elemento erótico está presente en las novelas de Girland, como no podía ser de otra manera, Chase se suele mostrar comedido en su utilización, y no llega a participar de la tendencia que comenzaba imperar entonces en el thriller de espionaje a incluir pasajes de sexo cada vez crudos y explícitos. Una tendencia que alcanzaría su paroxismo en Francia de la mano del inefable Gerard de Villiers, quien hoy todavía cuenta con fieles continuadores, caso del italiano Stefano di Marino, alias Stephen Gunn. 
(3) Trato hecho sería adaptada al cine en Francia por Nicolas Gessner con el título de La rubia de Pekín (La blonde de Pékin, 1967).
(4) Para asegurarse de que el ritmo no decaiga, Chase divide los capítulos en apartados más o menos cortos que van pasando de unos personajes a otros, manteniendo a veces dos o más puntos de vista de una misma situación, una técnica todavía muy explotada por el thriller literario actual.

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