miércoles, 22 de mayo de 2024

Rayos, truenos y un manuscrito desaparecido. El choque entre Jim Thompson y Stanley Kubrick.

 “¿Has oído hablar de un tío llamado Jim Thompson?”, preguntó Stanley Kubrick a su productor, James B. Harris. “Es un autor magnífico y ha escrito algunas cosas que me encantan” (citado en Polito 1995:393). 
Corría el año 1955. Kubrick y Harris se habían hecho con los derechos de la novela Atraco perfecto (Clean Break, 1955), de Lionel White, y necesitaban a alguien que escribiese su adaptación para la gran pantalla. De Jim Thompson, Kubrick admiraba en particular El asesino dentro de mí, que tiempo atrás había incluso pensado en llevar al cine, idea que finalmente descartó ante la sospecha de que ningún estudio se atrevería a financiarla. Cuando Kubrick y Harris descubrieron que el escritor vivía entonces cerca de Nueva York, en la localidad de Sunnyside, decidieron ponerse en contacto con él y ofrecerle la posibilidad de trabajar en el guion de Atraco perfecto.
Para Thompson, la oferta no podía llegar en mejor momento. Atravesaba uno de los peores periodos de su vida, tanto personal como profesionalmente. Tiempo antes había visto cancelada su relación con Lion Books, la editorial que hiciera posibles los dos años y medio más fértiles de su carrera (entre 1952 y 1954, en los que había llegado a publicar un total de catorce libros), y no lograba que ningún otro sello aceptase sus trabajos. Hundido en intermitentes depresiones, tentado por el alcoholismo siempre al acecho en su vida y acuciado por graves problemas económicos, había tenido que aceptar un empleo como corrector en un periódico local. Es lógico que el encargo de Kubrick, aparte de rescatar su situación financiera, lo colmase de entusiasmo y lo impulsase a tratar de dar lo mejor de sí. Sin embargo, no todo iba a ser perfecto en su relación profesional con el incipiente cineasta.
La personalidad de ambos artistas ya de por sí contrastaba bastante. Proveniente de la América rural y tradicional, Thompson, a diferencia de lo que sus novelas pudiesen hacer creer, era un hombre tímido e introvertido, respetuoso de las normas, a quien todo el mundo tenía por una persona amable. Kubrick personificaba en cierto modo el estereotipo del artista moderno neoyorquino, vivaz, nervioso y extravagante. En palabras del biógrafo de Kubrick: “Thompson difícilmente hubiera podido contrastar más con el atildado Harris y el desastrado Kubrick. Era un hombre de Nebraska, alto y lúgubre” (Baxter 1996:72). Sharon Thompson, hija del escritor, contaría cómo eran los encuentros de los dos autores en Sunnyside cuando Kubrick acudía desde la gran ciudad para discutir aspectos del guion: “Stanley se presentaba en nuestra casa y nos volvía locos. Era un beatnik antes de que los beatniks apareciesen. Llevaba el pelo largo y vestía ropas raras. Si iban a un buen restaurante, mi padre se ponía a pensar: ‘¡Oh, Dios mío, no van a dejar entrar a Stanley!’ Y se preocupaba de veras. Mi padre era refinado en muchos aspectos. Y si en ciertos restaurantes querían que llevases una corbata, pues te ponías una corbata” (citado en Polito 1995:394). 
Thompson se trasladó a un hotel de Nueva York, y en la oficina que Kubrick tenía en la calle 57 oeste, ambos comenzaron a perfilar el tratamiento del guion. Después, Jim trabajaría solo e iría llevando al director las escenas según estuviesen terminadas. Kubrick y Harris habían sabido ver desde el principio que el mayor atractivo de la novela de White estaba en su original estructura, que empleaba la técnica de Rashomon para volver a contar el mismo suceso desde distintos puntos de vista. Convencidos de que la fuerza del filme estaría precisamente en mantener dicha estructura, la habían defendido ante las productoras que trataban de imponerles el uso de una narrativa clásica lineal. Ciñéndose a esa base, Kubrick fue explicando a Thompson lo que quería para cada secuencia y el escritor fue aportando una visión de los personajes y una calidad en los diálogos que superaban en cierto modo el material de partida al tiempo que lo hacían adecuado para funcionar en la pantalla.
Todo buen conocedor de la obra de Thompson puede reconocer su voz en las escenas de Atraco perfecto casi con tanta claridad como todo conocedor de Raymond Chandler reconoce su voz en las de Perdición (Double Indemnity, Billy Wilder, 1944). Respetando en su sustrato el libro de White, Thompson amplió aquellos aspectos que más conectaban con sus intereses, como la tortuosa relación matrimonial de George y Sherry Peatty. Y de igual modo, llenó los diálogos de matices que hacían alusión inequívoca a su propio universo narrativo. Incluso se permitió poner en boca de un personaje, el del policía Randy Kennan (interpretado por Ted de Corsia) la frase que había convertido en su sentencia habitual durante su último y fatídico año y medio: “What’s the use of Kicking?”.
Entre las modificaciones que el guion hizo con respecto al libro, la mayor fue la del final. Mientras que en la novela de White, el personaje de George aparece en el aeropuerto de Laguardia para disparar al protagonista, Johnny Clay, el filme elimina antes a George (Elisha Cook Jr.) para acabar con Johnny (Sterling Hayden) en la famosa escena en la que entra en juego la absurda fatalidad del destino y la maleta que contiene el botín del atraco cae accidentalmente al suelo, abriéndose y dejando que el viento haga volar los billetes como una bandada de pájaros a la fuga.
El guion sería titulado en un principio Day of Violence, más tarde Bed of Fear, y finalmente The Killing. Al tiempo que comenzó a rodarse el filme, James B. Harris contrató a Thompson para que les escribiese una novela corta que más tarde pudiesen adaptar también a la pantalla. La razón, según explicaría Harris más adelante, era la de hacer que el escritor devolviese con su trabajo el préstamo de 1000 dólares que él y Kubrick le habían hecho para ayudarle superar sus apuros financieros. También añadiría que, sabiendo que el trabajo de Thompson era tan fantástico, al final iban a salir beneficiados de todas formas.
La historia que Thompson escribió para Harris se titulaba Lunatic at Large, y trataba sobre la relación entre un soldado norteamericano y una mujer psicopática de tendencias homicidas. Lunatic at Large terminó convirtiéndose en una leyenda para los amantes de la obra de Thompson, ya que su manuscrito se perdió y jamás fue recuperado. Como el mismo Harris explicaría lleno de remordimiento, Thompson les había entregado la única copia al terminarla y Kubrick y él la habían perdido. Cuando en la década de los 60, siendo evidente que el tándem de director y productor jamás llevaría la historia al cine, Thompson se puso en contacto con ellos para pedirles la devolución el trabajo, que pensaba alargar y convertir en una novela, tuvieron que confesarle que su obra había simplemente desaparecido. Ya en 1992, aparecerían solo tres de las setenta y seis páginas mecanografiadas que habían compuesto el original.
Para entonces, la pérdida del manuscrito ya no era la primera mala experiencia que Thompson obtenía de su relación con el cineasta. Cuando el escritor vio por primera vez Atraco perfecto en una sala de proyección de Manhattan, recibió una desagradable sorpresa en los créditos iniciales. El título rezaba: “Guion de Stanley Kubrick con diálogos adicionales de Jim Thompson”. En palabras de su hija Sharon: “Hubo rayos y truenos cuando volvió a ver a Stanley. No podía creer que le hubiese estafado robándole el crédito” (citado en Polito 1995: 399). Harris apoyó a Kubrick, alegando que este había organizado la base del guion y establecido lo que buscaba para cada escena mientras que Jim había sido requerido exclusivamente por sus diálogos. El cineasta, por su parte, se negó a defenderse. Otras personas implicadas en el proyecto se mostraron más proclives a dar la razón a Thompson. El agente Robert Goldfard llegó a explicar que Kubrick, siendo un autor tan intenso y visionario, internalizaba de tal manera las ideas y sugerencias que recibía de otros colaboradores que terminaba convenciéndose a sí mismo de que eran propias. Lo cierto es que Kubrick volvería a tener problemas del mismo tipo con otros individuos a lo largo de su carrera.
En cualquier caso, Thompson jamás olvidó la mala jugada que a su parecer el cineasta le había hecho, y estuvo contándola y vertiendo su indignación al respecto con todos y cada uno de sus allegados y conocidos hasta el día de su muerte. Existe cierta duda con respecto a si el sindicato de guionistas ejerció de mediador en el asunto o si finalmente se solucionó de manera privada entre ellos; lo que el parecer está bastante claro es que Thompson logró que su nombre apareciese por fin bajo el mismo crédito que el de Kubrick a cambio de algo: acceder a trabajar también en el guion del siguiente filme del director, Senderos de gloria (Paths of Glory, 1957). En este caso, la cuestión del título de crédito vendría especificada de antemano en el contrato, aunque no por ello el proyecto dejaría de aportar nuevas decepciones y sinsabores al escritor.
 
Jim Thomspon

Bibliografía:


POLITO, Robert, Savage Art, a Biography of Jim Thompson. Vintage Books, a division of Random House, New York, 1995

BAXTER, John, Stanley Kubrick. Biografía. 1996. Traducción: Mónica Rubio. T&B Editores, Madrid, 1999

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