Portada de Glen Orbik para la edición de Hard Case Crime. |
Se cuenta que
al propio Harlan Ellison le preocupó que el parecido de su nombre con el del
escritor Hal Ellson pudiese llevar a los lectores a confundirlo con él. La
casualidad era particularmente significativa en este caso, ya que habían sido
sobre todo las dos primeras novelas de Ellson, Duke (1949) y Tomboy (1950), las que
habían impulsado al futuro multilaureado e hiperprolífico autor de ciencia
ficción a iniciar su carrera literaria adscribiéndose al entonces popular
subgénero de la JD lit. (Juvenile Delinquency literature). Así como Ellson
utilizaba como material para sus novelas las experiencias recogidas de boca de
los jóvenes marginales a los que trataba de ayudar como trabajador social,
Ellison supuestamente se infiltró bajo identidad falsa en una auténtica banda –a
la que se referiría siempre con el ficticio nombre de The Barons– asentada en el peligroso barrio de Red Hook, Brooklyn.
Según sus declaraciones, el autor llegaría a ejercer durante diez semanas como
consejero de guerra de The Barons, lo
que le reportaría los conocimientos necesarios para publicar una serie de
relatos cortos en revistas y escribir la que sería su primera novela, Web of the City (publicada originalmente
con el título de Rumble en 1958).
Pero si bien
es cierto que temáticamente la lectura de Web
of the City remite a las citadas novelas de Hal Ellson, también lo es que
se distancia de ellas en buena medida en lo que respecta a intenciones, tono y
estilo narrativo. Mientras que el autor de Duke
estaba más preocupado por presentar un retrato realista del pandillero que por
construir una trama que entretuviese al lector, y en lugar de acentuar los
aspectos más sórdidos del relato los narraba con un desapasionamiento y una
atonalidad que los ponía al nivel de meros acontecimientos cotidianos en una
realidad gris y sin esperanza, Ellison, por el contrario, supedita todo en Web of the City a los elementos más
melodramáticos de su historia, y subraya y enfatiza los acontecimientos violentos
con una voluntad netamente efectista (1).
Al igual que
le sucedía al principal personaje y narrador en Duke, a Rusty Santoro, protagonista de Web of the City, la vida como líder de banda (los Cougars en este caso) ha dejado de
satisfacerle. La novela de Harlan Ellison comienza de hecho cuando Rusty ha
dejado el grupo criminal y se ve acosado por los mismos jóvenes delincuentes
que antes se movían bajo su mandato. Ya en el primer capítulo, recibe una
paliza por parte de algunos de sus excompañeros que lo deja malherido en un
callejón. El nuevo cabecilla de los Cougars,
Candle, lo instiga a participar en un duelo a navajas para reafirmar su
posición de liderazgo, la novia de Rusty no entiende su decisión y le reprocha
el ponerla a ella en peligro, y su hermana Dolores, a quien el propio Rusty
introdujo en la sección femenina de la banda, lo desprecia y se avergüenza de
él. A pesar de todo, Rusty está decidido a intentar mantenerse firme y ha
seguir el camino que le ha marcado su profesor, Carl Pancoast, quien lo ha
librado de la cárcel convirtiéndose en su tutor legal y lo ha convencido de que
tiene dotes para llegar a ser diseñador industrial.
Argumentalmente,
la novela de Ellison está divida en dos bloques bien diferenciados. El primero
de ellos gira en torno a los problemas ya descritos de Rusty para abandonar
definitivamente el entorno de la banda, y describe asimismo el contexto social
de miseria, sordidez y falta de oportunidades en el que vive. Con un padre
vagabundo y alcoholizado que duerme en las calles, y sin otro grupo social en
el que buscar un arraigo que no sea el de la delincuencia juvenil, Rusty se
sabe parte integrante del mismo universo cerrado del que pretende escapar. Así,
después de haber derrotado a Candle en el duelo, no puede menos que mirarle a
los ojos e identificarse con él, reconocerse en él: “Vio toda la basura con la
que Candle había sustituido el coraje, la integridad, la honestidad; y Rusty
tuvo miedo […] porque esa era la manera en que él había sido” (Ellison 1958:62).
Disculpa la actitud de Weezee, su novia, porque sabe que en el contexto en el
que vive no podría haber actuado de otra forma: “Ella era lo que era […], lo
hacía lo mejor que podía viviendo bajo las normas que le habían imuesto” (Ellison
1958:63-64). Aunque, por otro lado, a pesar de seguir aceptándola como su
chica, el hecho de tener todavía que comportarse con ella como el macho
dominante que se espera de él hace que ahora tenga presente que la distancia
entre los dos es “demasiado profunda, demasiado inexplicable, para que él
tratase de amarla” (Ellison 1958:64).
El
mundo en el que Rusty se mueve es opresivo hasta el extremo de obligarle a no
mostrar los propios sentimientos si no quiere que los demás terminen jugando a
ser Dios con él, ya que “No hay nadie a quien no le guste jugar a ser Dios de
vez en cuando. Nadie a quien no le guste herirte cuando sabe que puede ser
Dios” (Ellison 1958:71). Todo ello provoca que la lucha de Rusty sea tanto
externa, contra la amenaza real que suponen sus excompañeros y la posibilidad
de acabar en la cárcel, como interna, en el sentido en que se debate entre
asumir los códigos que el entorno le impone –códigos de una masculinidad
entendida como predisposición a la acción violenta–, condenándose muy
probablemente a la perdición y arriesgando su futuro, o renunciar a entrar en
el juego y aceptar que todo el mundo, salvo su madre y su profesor, lo etiquete
de cobarde y de paria. A lo largo de la primera mitad del libro las cosas
parecen ir poniéndose cada vez más difíciles para Rusty. Si bien sale bien
parado de su lucha contra Candle y cree que la victoria le va a conseguir por
fin su ansiada libertad, pronto se ve de nuevo absorbido por la influencia de
la banda y termina detenido al verse en el escenario de una brutal confrontación
entre los Cougars y sus rivales, los Cherokees. Apresado en comisaría, cree que
todo se ha perdido ya, pero a la mañana siguiente le informan de que su
profesor ha vuelto a interceder por él y han decidido concederle otra
oportunidad. Aliviado, sale a la calle sintiéndose limpio, henchido de
optimismo. Y es justo entonces cuando se entera de que su hermana Dolores ha
sido violada y asesinada en un callejón.
La muerte de
Dolores supone el obvio punto de giro que a mitad del libro revierte la
narración lanzándola por los derroteros del whodunit
y el rape and revenge. Rusty ya
no busca alejarse de la banda y de las sombrías zonas de su barrio; al
contrario, pretende sumergirse en ellas hasta donde sea necesario para hallar
al asesino de su hermana y acabar con él. Cegado por una niebla de rabia y
culpabilidad –su madre lo responsabiliza de lo ocurrido: “Si tú nunca la
hubieses tocado con tu porquería […] ella ahora estaría viva” (Ellison 1958:106-107)–,
Rusty se mueve por las calles en busca de cualquier información que pueda
ayudarle a cumplir su objetivo.
Es en esta
segunda mitad, donde la trama de Web of
the City se revela más endeble. Y el propio Harlan Ellison llegaría a
admitir, como señalaba hace poco Iain McIntyre en su artículo para el libro Girl Gangs, Biker Boys and Real Cool Cats,
que su primera novela era “un trabajo pobremente construido y con fallos”
(McIntyre 2017:55). La investigación llevada a cabo por Rusty para esclarecer
el crimen le induce a sacar conclusiones cuya lógica no está del todo clara, y
que tienen como único objeto introducir en la historia una subtrama relacionada
con la venta y el consumo de drogas.
En cualquier
caso, Rusty obtendrá su venganza, como era de esperar. Y lejos de haberse
condenado a sí mismo por ello y de haber renunciado definitivamente a lo
posibilidad de una nueva vida, el acto se resolverá como una suerte de catarsis
purificadora que le permitirá dejar atrás su pasado y dar el primer paso hacia
su renovación personal.
Volviendo a
las diferencias sustanciales que existen entre Web of the City y Duke,
la novela de Hal Ellson que constituía uno de sus referentes obvios, es
imposible no recordar como al final de Duke
el protagonista no ha cambiado un ápice; su crisis existencial no lo ha librado
de los ineludibles condicionamientos impuestos por su entorno, y las
experiencias vividas a lo largo del libro no han hecho más que alimentar su
frustración y desesperanza, volviéndolo si acaso más agresivo, más
deshumanizado. Harlan Ellison, por el contrario, no puede menos que conceder a
Rusty un final redentor, en el que sabemos que ha vencido por partida doble; en
la acción de la novela y en su lucha interior. Web of the City se cierra con Rusty habiendo tomado la decisión de
abandonar su barrio y yendo al centro de la ciudad con la esperanza de
encontrar a una chica a la que ha conocido anteriormente en el libro, después
de enterarse de la muerte de su hermana, y a la que ha tratado mal a su pesar,
reconociendo su propia desesperación en la de ella: “Ella también estaba sola.
Estaba sola y vacía y cansada y juntos quizás podrían encontrar ese algo
inmaterial que él buscaba” (Ellison 1958:203).
En todo caso,
sigue siendo en el aspecto formal donde las dos obras se distancian más la una
de la otra. Y si en Duke –como ya señalé
en el artículo dedicado al libro en este mismo blog– existía una tensión
latente entre sus intenciones de retrato social y los sensacionalistas métodos
de explotación de la industria del paperback
en que la novela quedaba integrada, Web
of the City se lanza de cabeza al universo del paperback con una narración íntegramente pulp y recurriendo a una estilización del lenguaje que es un signo
inequívoco de su época. Estilización que en sus mejores momentos puede llegar a
recordar a David Goodis (2), y en sus peores, a Mickey Spillane. De este modo, Harlan
Ellison lleva el material por derroteros más adecuados al campo cultural en que
su obra sería tanto producida como consumida.
La afición a
los efectismos, al parecer, sería una constante en Ellison que iría incluso más
allá de su trabajo y condicionaría su imagen como figura pública, aportándole
una fama de personaje conflictivo y problemático. Él mismo llegaría a
explicarlo de la siguiente forma en la entrevista concedida a Stephen King para
el libro Danse Macabre:
“Mi trabajo está firmemente establecido para el caos. Me paso la vida,
personal y profesionalmente, manteniendo la sopa en ebullición. Te llaman
provocador cuando ya no eres peligroso; yo prefiero alborotador, descontento,
desesperado… […] De tanto en tanto, algún denigrador o crítico ofendido dice de
mi trabajo: ‘Ha escrito eso solo para impactar’. Yo sonrío y asiento con la
cabeza. Precisamente” (3).
Notas:
(1) Un ejemplo
de esto lo encontramos en el pasaje en que la madre de Rusty relata cómo se ha
encontrado el cuerpo de su hermana Dolores:
“Violada, […]. Estaba bocabajo, en un sucio callejón, con un cubo de
basura volcado sobre ella para ocultarla. Con tarrinas de helado vacías
esparcidas encima… No lo sé. Ella estaba. Allí. Vi su cara. Estaba mojada.
Anoche llovió. No lo sé. Su blusa estaba negra donde él hizo aquello con esa
cosa. Con una navaja, supongo. Estaba negra…” (Ellison 1958:105).
(2) Ellison
utiliza determinados recursos expresivos que suelen encontrarse también en la
narrativa de Goodis, como es el uso de los colores, tanto para dar un enfoque impresionista
a la acción como para insinuar el caos emocional del personaje. Por ejemplo, en
la batalla entre los Cougars y los Cherokees, vemos que “El brillo de los filos
de los cuchillos y el negro apagado de los revólveres estaba mezclado con el
rojo de los rostros y el blanco de miradas fijas “ (Ellison 1958:83). Y más
adelante, tras la debacle personal causada por la muerte de su hermana, Rusty
sentirá que “Donde habían estado los sentimientos […] no quedaba nada salvo un
remolino de colores” (Ellison 1958:103).
(3) Cita
extraída de Wikipedia.
Bibliografía:
ELLISON, Harlan, Web of the City. Titan Books, sello Hard
Case Crime 2013 (1958)
McINTYRE, Iain, Some Sketches of the Damned. The Early Pulp Fiction of Harlan Ellison,
en el libro: VVAA, Girl Gangs, Biker Boys
and Real Cool Cats. Pulp Fiction and Young Culture, 1950 to 1980. Edited by
Iain McIntyre and Andrew Nette. PM Press, 2017
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