Hablar del
conjunto de la obra de James M. Cain puede ser complicado. A pesar de que su
trayectoria literaria abarcó más de cuarenta años, en los que produjo veintiuna
novelas y varios relatos cortos, prácticamente solo se le recuerda por su
primera etapa, la que comenzó con el éxito instantáneo de El cartero siempre llama dos veces (The Postman Always Rings Twice, 1934) y culminó hacia 1947, cuando
abandonó Los Ángeles y olvidó sus esperanzas de ganarse la vida escribiendo
para la industria de Hollywood. Aunque está considerado uno de los autores más
importantes de la historia de la novela negra, probablemente no haya demasiados
aficionados al género que conozcan muchos más títulos de su bibliografía aparte
del de la ya mencionada El cartero
siempre llama dos veces y el de la igualmente importante Pacto de sangre (Double Indemnity, 1936). Su época gloriosa también incluye, entre
otras, la polémica Una serenata (Serenade, 1937), el melodrama Mildred Pierce (Mildred Pierce, 1941) –celebre en gran medida gracias a la versión
cinematográfica dirigida por Michael Curtiz en 1945 que proporcionó el oscar a
Joan Crawford–, la joya del subgénero gangsteril Ligeramente escarlata (Love’s
Lovely Counterfeit, 1942), o la continuista, en cuanto a que seguía el
modelo ya establecido por sus dos primeros libros (1), El estafador (The Embezzler,
AKA Money and the Woman, 1944). Pero
la mayor parte de su fructífero trabajo posterior no alcanzó el reconocimiento
ni funcionó tan bien en cuanto a ventas como sus anteriores trabajos. Puede que
esto se debiese en parte a su abandono de la temática criminal que tan bien le
había funcionado anteriormente –aunque no fue un abandono total, cosa que
demuestran novelas como The Butterfly
(1947) o la thompsoniana Al final del
arco iris (Rainbow’s End, 1975)–,
y también a un cambio en su narrativa que no era tanto temático como
estilístico.
Cain nunca se
había sentido cómodo con la etiqueta de escritor hard-boiled. Negaba rotundamente estar influido por escritores como
Hemingway y Hammett y hacía todo lo posible para no ser incluido en la llamada
escuela dura. En el prefacio de Pacto de
sangre, él mismo alegaba a propósito:
“No hago ningún esfuerzo consciente por ser duro, o hard-boiled, o lúgubre, o ninguna de las
cosas que me suelen llamar. Simplemente trato de escribir de la manera en que
lo haría el personaje. Y nunca olvido que el hombre común […] ha adquirido una
viveza de expresión que va más allá de cualquier cosa que yo pueda inventar, y
que si me ciño a su herencia […] obtendré el máximo de eficacia con muy poco
esfuerzo” (citado en Ritt 2013:65-66).
Y años
después, en el prefacio de The Butterfly,
aún sentía la necesidad de volver sobre el tema, alegando que nunca había
“pertenecido a ninguna escuela, hard-boiled
o de otra clase, y creo que estas escuelas existen principalmente en la
imaginación de los críticos […]. He leído menos de veinte páginas del señor
Dashiell Hammett en toda mi vida” (citado en O’Brien 1981:69).
Lo cierto es
que, ya fuese como reacción ante las etiquetas o no, con el tiempo abandonaría
el estilo directo y áspero que la crítica le había alabado y que estaba en
consonancia con sus contemporáneos, y adoptaría unos modos más cercanos a los
de la narrativa atenta al análisis social del siglo XIX y a herederos de esa
tradición como Sinclair Lewis, a quien Cain conocía. En el fondo, al hacer esto,
Cain no hacía otra cosa sino escoger una entre las dos sendas que había abierto
para sí mismo en los primeros años de su carrera. Abandonaba, aunque no
definitivamente, el camino iniciado con El
cartero siempre llama dos veces y Pacto
de sangre, y se decantaba por seguirle los pasos a Mildred Pierce.
De entre todos
los títulos de James M. Cain que permanecen todavía inéditos en castellano, uno
tiene una especial importancia en su obra, considerado a la luz del rumbo que
esta terminaría tomando. Se trata de The
Root of His Evil, novela que vio la luz en 1951 (más tarde se publicaría de
nuevo con el título de Shameless)
pero que en realidad había sido escrita en 1938 (2). Situada pues en un momento
crucial de su primera etapa, The Root of
His Evil supone en ciertos aspectos una suerte de eslabón perdido entre las
dos vertientes de su narrativa. Por un lado, estilísticamente mantenía el uso
de la primera persona que tan buenos resultados le había dado en sus tres
primeros libros; y por otro, se adentraba ya en el universo temático que iba a
explorar a continuación en Mildred Pierce,
y que culminaría ya al final de su carrera con una de sus obras maestras, La camarera (The Cocktail Waitress, 1975). A propósito de esto, el escritor
David Madden, biógrafo de Cain y coautor a su vez del libro James M. Cain: Hard-Boiled Mythmaker
(2011), señaló que las novelas en las que Cain utilizaba la primera persona
funcionaban mejor que aquellas en las que usaba la tercera, y que Mildred Pierce hubiese sido más poderosa
de haber sido la propia Mildred quien contase su historia. También añadió que
“la voz hard-boiled femenina de The Root of His Evil […] sentó el
precedente para la narración de Joan Medford [protagonista de La camarera]” (3).
Aunque me
parece un poco exagerado calificar de hard-boiled
la voz narrativa del libro, sí es cierto que el uso de dicha voz proporciona la
herramienta clave para dotar a The Root
of His Evil de una de sus ideas más interesantes, la de la mujer que narra
para dar su propia versión de sí misma y defenderse de este modo de una
sociedad que, en su opinión, puede malinterpretarla o juzgarla mal. Ya desde el
principio, Carrie Selden advierte que quiere contar su historia
“un poco porque es mi historia; y un poco para corregir algunas falsas
impresiones.
[…]
Si la chica que sale a relucir es distinta de la que describen los
periódicos, solo podré decir que lo que publican los periódicos tiene sobre
todo el objetivo de sorprender, y si sus propósitos son desenmascarados, solo
habrán obtenido lo que se merecen” (Cain 1938:5).
"The Thrifty Drug Store", 1945, de Elsie Payne. |
Dejando aparte
las diferencias existentes entre Carrie Selden y sus sucesoras, Mildred Pierce
y Joan Medford, se pueden encontrar también muchas similitudes, siendo la más
evidente el hecho de que las tres son mujeres con pocos recursos que han de
luchar para salir adelante y que las tres comienzan haciéndolo de la misma
manera: trabajando como camareras. La de la camarera es pues una figura que
aparece con frecuencia en la narrativa del autor –recordemos que ya trabajaba
de camarera, si bien en el establecimiento de su marido, la Cora de El cartero siempre llama dos veces – y no
sería descabellado considerar a Cain
como uno de los responsables de hacer de dicha figura algo recurrente en el
imaginario cultural norteamericano. Atentos a la revelación de lo
extraordinario y trascendental en los objetos y personajes de la vida
cotidiana, muchos artistas estadounidenses se sintieron atraídos por esa imagen
de mujer trabajadora en constante contacto con la gente, pero siempre aislada y
distanciada por su rol, que bajo una fachada de profesional impersonalidad
podía sugerir una intrigante y cautivadora vida interior. Y esta utilización de
la figura de la camarera puede rastrearse en manifestaciones culturales muy
diversas, desde la poesía de William Carlos Williams hasta la serie de
televisión Mad Men (2007-2015),
pasando por la pintura de la escuela realista norteamericana del siglo XX.
La camarera de
The Root of His Evil, Carrie Selden,
es una mujer de voluntad y carácter fuerte. Huérfana criada por padres
adoptivos, la personalidad de la joven a la que la prensa va a terminar
bautizando como “la moderna Cenicienta” está marcadamente condicionada por el
hecho de desconocer sus orígenes: “es terrible no saber quién se es; es un
tormento secreto que roe sin cesar, también porque es irremediable” (Cain
1938:50). Demuestra su capacidad de dominio ante cualquier situación ya desde
el principio, cuando las camareras de la cadena de restaurantes para la que
trabaja se reúnen con la intención de crear un sindicato para luchar por sus
derechos y ella no tarda en hacerse con el liderazgo de la función. En un rasgo
de razonamiento muy significativo, Carrie se da cuenta de que le conviene más
adjudicarse el puesto de tesorera que el de presidenta del sindicato, ya que
“cuando el dinero se quedase en nuestro lado, bien poco contaría el cargo de
presidente” (Cain 1938:19). Al final de la misma reunión comienza ya a
dibujarse el triángulo amoroso que va a vertebrar parte del libro. Carrie se ve
en la tesitura de marcharse con Grant, un hombre que ha conocido ese día en el
restaurante y del que aún no sabe nada, o con Holden, el líder sindical que se
muestra claramente interesado por ella. Aunque Carrie en un principio podría
preferir a Grant, es Holden quien toma la delantera manejando las cosas para
librarse de las otras organizadoras y quedarse a solas con Carrie. Y ella a su
vez admira la manera en que este ha sabido manipular la situación, pasando por
encima de Grant, y admite comenzar a darse cuenta de que “una de las razones
por las cuales, hasta ahora, los hombres me habían dejado indiferente había que
buscarla en el hecho de que fuesen terriblemente torpes” (Cain 1938:24). Se
siente atraída por la capacidad y la seguridad en sí mismo de Holden, y más
tarde, cuando él la lleva a su habitación de hotel y la aborda besándola, ella
experimenta “la sensación de que estuviese pasando algo que ansiaba desde hacía
tiempo”. Aunque a la vez “advertía algo poco placentero” (Cain 1938:27). Debido
a ese algo poco placentero, Carrie se aparta de Holden, le pide que vaya al
baño a traerle un peine y antes de que regrese se marcha de la habitación y del
hotel. Poco después encuentra a Grant y dan un paseo. El cortejo de los dos
hombres continua durante algunas páginas, y la ambivalencia de Carrie entre la
atracción hacia el poder, representado por Holden, y la que siente hacia el
torpe e idealista Grant parece resolverse en el momento en que este último le
pide que se case con él y ella acepta.
Pero
inmediatamente después de contraer matrimonio, Carrie descubre la verdad acerca
de Grant: que es el hijo de una familia adinerada y que en cierto modo se ha
querido casar con ella como un acto de rebeldía contra su madre, la señora
Harris, con la que mantiene una compleja relación de amor-odio que llega a
bordear lo incestuoso (4). Carrie no se siente “para nada feliz de haberme casado
con un hombre rico. Era un aspecto de la cuestión que, a pesar de la
importancia que siempre había dado al dinero, me costaba asumir. Experimentaba
la amarga sensación de haber sido engañada” (Cain 1938:58). Aún así, hace todo
lo que puede para intentar que el matrimonio funcione y para ser aceptada en la
familia de su esposo, cuyos miembros, con excepción de Hunt, el marido de la
hermana de Grant, la rechazan de partida por ser una simple camarera. La
ambiciosa Carrie se da de bruces con la amarga realidad de la lucha de clases,
tanto en su vida privada como en la pública, ya que pronto descubre que las
posibilidades de las camareras de conseguir auténticas mejoras en sus
condiciones laborales son nulas, y hasta Holden le tiene que aclarar que “El problema
es que eres americana y te nutres de la estúpida ilusión de la igualdad. […] lo
que están intentando es una empresa que nunca podría ser tolerada, ni aunque
una caravana de camellos pasase por el ojo de una aguja” (Cain 1938:72).
El sentimiento
de decepción con respecto a su marido va en aumento. Grant está obsesionado con
su romántico sueño de dejar atrás su trabajo en la empresa familiar y de
organizar una expedición en Centroamérica para estudiar las culturas indígenas
y escribir un libro que relate la historia del continente desde el punto de
vista de sus habitantes originarios; pero sigue siendo un niño malcriado y no
consigue librarse del control de su madre, que se ha propuesto por todos los
medios conseguir que se divorcie de Carrie y va ganando terreno en la batalla.
Sin embargo, con un cierto masoquismo, Carrie
descubre que, a pesar de haber observado ya todos los aspectos negativos de
Grant, lejos de rechazarlo, lo ama más todavía:
“A pesar de su agradable conversación, era realmente como lo habían
hecho el dinero, la educación y la familia. Me asaltó una terrible angustia: me
había hecho más daño del que jamás habría pensado que conseguiría soportar, y
fue en aquel momento cuando me di cuenta de lo mucho que lo amaba, y de la
lucha desesperada que habría de sostener, incluso si las posibilidades de
victoria eran de uno contra noventa y nueve” (Cain 1938:99).
El dinero
representa para Grant en último término la raíz de la maldad a la que hace
referencia el título, cuyo tema subyacente –aquí y en gran parte de la obra de
Cain– no deja de ser el del efecto corruptor de un modelo de sociedad basado en
la búsqueda de la satisfacción personal mediante la acumulación de bienes
materiales. Carrie se convierte en la única persona que puede ver el lado
positivo de su marido: “En aquellos días críticos Grant tenía invariablemente
el aspecto de una criatura débil, privada de espina dorsal y abandonada en
manos de la madre […]. Pero no conocía la vileza. Había en él una generosidad
con la que yo siempre podría contar” (Cain 1938:106). Sin embargo, la señora
Harris termina venciendo, y Carrie se entera por los periódicos de que Grant
pretende divorciarse de ella. A partir de ese momento, su único objetivo claro
va a ser el de vengarse de su suegra, “la única persona a la que yo hubiese
odiado en mi vida. Y desde entonces me obsesionó el propósito de humillarla”
(Cain 1938:129). Termina por aceptar los 50.000 dólares que la señora Harris le
ofrece a cambio de que viaje a Reno para tramitar el divorcio. Y antes de
marchar, reanuda sus relaciones con Holden, quien sigue enamorado de ella y
confía en hacerla su esposa.
En Reno tiene
lugar el pasaje más simbólico del libro. Como ha de esperar varios días a que
se complete el proceso de divorcio, Carrie compra un coche y se dedica a viajar
por los alrededores. En una de sus salidas, visita Goldfield, antigua ciudad de
buscadores de oro, ahora decrépita. Un grupo de ancianos habitantes la lleva a
ver las viejas minas y la invita a asistir, en una tosca casucha, a la secreta
actividad que realiza el “catador” del oro: “la primera fase en la elaboración
de la moneda” (Cain 1938:145). Metafóricamente, Carrie ha llegado también hasta
la raíz del mal, y ha sido envenenada por esta, hasta el punto de llegar a
reconocer que “mi interés por el dinero […] se estaba convirtiendo en el factor
más importante de mi vida” (Cain 1938:153). Interés que está íntimamente ligado
a sus ansias de venganza.
Holden se
mantiene en contacto constante con ella. Aprovechando que ha de viajar por la
costa oeste organizando sindicatos y protestas de trabajadores en distintas
ciudades, viaja a Reno confiando en que Carrie, recién obtenido el divorcio, se
casará con él. Ella no accede en principio a su petición, alegando que necesita
tiempo, pero le propone en cambio trabajar para él como secretaria,
acompañándolo así en sus actividades sindicales. En realidad, con ello está
siguiendo un maquiavélico plan. Alimenta las esperanzas de Holden de hacerla su
esposa para mantenerse a su lado y obtener así información inmediata acerca de
los movimientos que van a producirse en la lucha de los trabajadores contra las
empresas, con el fin de invertir en acciones de dichas empresas y sacar el
máximo beneficio. Su obsesión la ha transformado pues en una manipuladora sin
escrúpulos, y no tiene ningún reparo en utilizar a Holden, explotando sus
sentimientos hacia ella, para especular sobre seguro.
De sus
operaciones bursátiles se ocupa Hunt, el cuñado de Grant, con quien sigue
manteniendo una buena relación. Cuando ya ha obtenido suficiente dinero, viaja
a Nueva York para ver a Hunt y citarse con la señora Harris, a quien tiene
intención de devolver los 50.000 dólares que esta le dio a cambio de que
accediese al divorcio. El climax se desarrolla en su habitación de hotel, con
Hunt, Grant, la señora Harris y Holden, que aparece también para sorpresa de
Carrie y descubre el modo en que ella lo ha estado utilizando. La situación
parece estar controlada por la señora Harris, pero en determinado momento la
suerte se pone de parte de Carrie. Previamente se ha enterado por Hunt de que
la madre de Grant ha estado realizando las mismas operaciones en bolsa que
ella, aprovechándose a su vez de sus informaciones privilegiadas. Sabiendo que
la señora Harris tiene gran parte de su capital invertido en una compañía y que
las acciones están a punto de cambiar de valor, debido a un acuerdo del que se entera
por Holden antes de este se marche, decide chantajearla a cambio de una
información que puede, bien enriquecerla, bien dejarla en la ruina. ¿Lo que
Carrie pide a cambio? Que la señora Harris actúe como su camarera durante unos
minutos y le sirva el desayuno. Humillada, a la millonaria no le queda más
remedio que claudicar.
Curiosamente,
para Grant, el hecho de ver a la madre bajarse de su pedestal tiene un efecto
liberador. Y en cuanto se queda a solas con Carrie le explica que “he sentido
romperse algo. Lo he sentido quebrarse. ¡Era libre!”. Y no solo eso, sino que
“Nunca te he amado. […] Hasta este momento… Cuando te he visto imponer tu
voluntad a mi madre y obligarla a inclinarse. Oh… Ahora es distinto. Ahora todo
es distinto” (Cain 1938:196). No tardan mucho en decidir que se casarán de
nuevo.
Al final del
libro, Carrie va a invertir el dinero que ha ganado especulando con sus acciones
en financiar la expedición de Grant. Además, se dispone a partir con él hacia
regiones ignotas de Centroamérica, donde “iniciaremos una vida verdaderamente
infernal, con mosquitos, serpientes, altas temperaturas […]; una existencia
bastante dura” (Cain 1938:198), a la búsqueda, quizá, de raíces menos nocivas.
Pero antes, disfruta de su última noche sobre la cubierta del velero en el que
viajan, imaginando que la luz de la luna sobre las olas es el zapato de plata
que cae en el regazo de “la cenicienta moderna”.
Este final
feliz tan sumamente optimista parece ideado como reverso del final de Pacto de sangre, en el que Phyllis y
Walter se disponían a suicidarse tirándose por la borda del barco que les
llevaba a Sudamérica, y esperaban a hacerlo de noche ya que ella quería ver la
aleta negra del tiburón “Cortando el agua a la luz de la luna” (Cain 1936:190).
Y ello podría ser interpretado como un intento consciente por parte de Cain de
arrancarse la etiqueta de escritor duro y sombrío que los críticos le habían
adjudicado.
Al concluir su
narración, Carrie de alguna manera se ve redimida, porque no solo ha logrado
sus objetivos sino que ha reconocido por escrito los pecados que tuvo que
cometer para llegar hasta donde está. Aparte de dar su propia versión para
defenderse de la manipulación de la prensa, como señalara al principio, su
historia termina teniendo tintes confesionales. Pero lo que habría podido
preguntarse el lector es hasta qué punto no es también posible que Carrie haya
necesitado contar su historia como medio de autojustificarse. Y ahí es donde Cain no termina de explotar del
todo las posibilidades que el uso de la primera persona le ofrece. Aunque si de
algo pudo servirle The Root of His Evil
fue de prueba preliminar para lo que bastantes años después conseguiría en La camarera.
Portada de Michael Koelsch |
La camarera fue la última novela que
Cain terminó antes de su muerte en 1977, y permaneció inédita hasta su
descubrimiento y publicación por el sello Hard Case Crime en 2012. De nuevo, el
autor volvía a utilizar la voz de una joven con ambiciones y pocos escrúpulos.
Y en este caso sí haría que el lector hubiese de preguntarse una serie de cosas,
ya que su uso hábil y sutil del narrador poco fiable le permitiría sugerir más
de una duda con respecto a Joan Medford, suerte de femme fatale del realismo cotidiano con la que Cain lograba por fin
reconciliar lo mejor de las dos vertientes de su carrera.
Es una lástima
que gran parte del trabajo de James M. Cain parezca condenado al olvido. The Roots of His Evil no está
ciertamente entre sus mayores logros, pero sí supone un eslabón a tener en
cuenta a la hora de poder valorar en su totalidad la obra de un autor tan
importante para el género negro y para la narrativa estadounidense del siglo
XX.
James M. Cain |
Notas:
(1) Cuando
hablo de sus dos primeros libros me estoy refiriendo, claro está, a sus
trabajos de ficción. Cain ya contaba en realidad con una obra publicada, Our Government (1930), libro que reunía
“diversos textos de Cain, integrando los que en forma de brevísimas piezas
teatrales había publicado The American
Mercury entre 1925 y 1929” (Coma 1985:35).
(2) Cain
terminó la novela en noviembre de 1938 y la tituló originalmente A Modern Cinderella. La ofreció a Collier’s Magazine, que la rechazó, y no
la vio publicada hasta trece años después. Lo curioso es que durante ese
periodo, debido a un usufructo cinematográfico, el libro ya contó con una
adaptación al cine: Huracán (When Tomorrow Comes, 1939), de John M.
Tahl.
(3) La cita
está extraída de una carta enviada por David Madden al New York Times en respuesta a la reseña de La camarera escrita por Michael Connelly. Se puede leer en: https://www.nytimes.com/2012/10/14/books/review/james-m-cains-voices.html
(4) Tanto el
tema del incesto como el de las tortuosas relaciones materno-filiales aparecen
en más de una novela de Cain, uno de los rasgos temáticos que relacionan su
obra con la de Jim Thompson. Parece ser que el propio autor había tenido algún
que otro conflicto con su madre, una cantante de opera que, cuando él quiso a
su vez dedicarse a la canción, le dijo que su voz no era lo bastante buena y
que haría mejor en olvidar el asunto. Poco antes de su muerte, en una
entrevista concedida a The Paris Review,
Cain admitía que “Resultó que [mi madre] tenía razón pero debería haber
mantenido la boca cerrada y dejar que lo descubriese por mí mismo”. Puede
leerse en: https://www.theparisreview.org/interviews/3474/the-art-of-fiction-no-69-james-m-cain
Bibliografía:
CAIN, James
M., Le radici del male. 1938 (1951). Título original: The Roots of His Evil. Traducción
al italiano: Carlo Borelli. Milán, Aldo Garzanti Editore s.a.s., 1967
CAIN, James
M., Pacto de sangre. 1936. Título
original: Double Indemnity. Traducción al castellano: Teresa Navarro Velasco.
Barcelona, Editorial Bruguera S.A., 1981
RITT, Brian, Paperback Confidential. Crime Writers of the Paperback Era. Stark
House Press, Eureka, CA. 2013
O’BRIEN, Geoffrey, Hardboiled America. Lurid Paperbacks and the Masters of Noir. 1981. Da Capo Press, Inc. (Expanded Edition)
1997
COMA, Javier, Diccionario de la novela negra
norteamericana. 1985. Barcelona, Editorial Anagrama, S.A., 1986
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